lunes, 29 de febrero de 2016

Muy lejos

Levantarse sabiendo que en Buenos Aires faltan 6 horas para q despiertes, agarrar el celular para mandarte un mensaje y darme cuenta que no vas a leerlo ahora, que tendré que esperar muchas horas.

En este momento miro el reloj 18 hs, fuera está frío 1 grado, intento leer los diarios, no entiendo ruso, busco noticias en los diarios en español y veo una foto de una mujer con algo en la mano, es una cabeza, la de un niño, y los titulares que dicen una niñéra decapitó a la niña que cuidaba. Pienso, en Argentina pasan cosas horribles pero no tanto. Esta mañana caminé buscando libros de historia sobre este lugar donde me tocará quedarme 2 largos años, espero terminar antes, odio este sitio, y no estás vos, lo odio más.




La llegada a Moscú es caótica: una cola que casi sale de la estación para comprar el boleto para el subte  y otra vez las escaleras al infierno –dicen que la escalera mecánica más larga del mundo está en Tokio, pero éstas yo creo que son más grandes. Llego al albergue, aquí dejaron de limpiar el día que lo abrieron y encima están en obras por la escalera y hay que tener mil ojos para no matarte. Por suerte el que me contrató me encontró un departamente mucho más limpio y mejor, creo que el concepto de limpieza en este lugar no es el mismo que solemos tener en Argentina.

Lo primero  que visito es la Plaza Roja: Genial! San Basilio, las murallas del Kremlin, el mausoleo de Lenin, los grandes almacenes Gum y el museo ruso, todo espectacular, y un monasterio, el primero de varios del centro y de la periferia. En Moscú gasté bastante poco, las cosas no están muy cerca ya gasté 3 de los 10 boletos del subte.



El segundo día intento arreglar las visitas fuera de la ciudad: el anillo de oro. Unos pueblos patrimonio de la humanidad que están “relativamente” cerca de Moscú, el más alejado a unos 300 km. En Moscú no parece que haya oficina de turismo [¿Seguirá siendo así?]. Pregunto al recepcionista del departamente si puede comprar los billetes de tren, después de la experiencia de San Petersburgo quiero evitar irritarme, no me cuesta mucho. Me dicen que no delante de un cartel que dice que sí los compran, pero bueno, son rusos… Salgo a primera hora a comprar las entradas para el Kremlin. Me dan para ver la Armería –demostración de poderío ruso: joyas, marfil, oro, plata…– a las 10:00 y son las 10:17. Así que, después de verla, busco una “oficina de turismo”que me averiguó el recepcionista, aunque no está segura de que eso exista.



Efectivamente: no existe. Pero hay una agencia de viajes cerca, así que voy a ver si hay circuitos de un día a Suzdal –el pueblo en cuestión al que quirto ir del anillo de oro– para el día siguiente. Pregunto si hay alguien que hable inglés y me responde una mina “¿dónde?“, en tu casa no te digo?!?!?!?! ¡pues aquí! ¿dónde va a ser? Le pregunto por el viaje y me manda a otra que habla menos inglés. Se lo preguos y casi veo un ictus en directo, la mujer se empieza a hiperventilar, mueve los ojos sin saber dónde mirar, las manos… y me acaba mandando a otro sitio. El otro sitio está cerrado y parece que abandonado la verdad. Vuelvo y me dice que mañana, que sí, que está cerrado, que hoy sólo abren ellos… sin palabras. Encuentro otra agencia de viajes y aquí sí que hablan inglés, pero me dicen que esos circuitos son de dos días y que sólo en fin de semana, de esa forma es como me vuelvo al departamento y decido quedarme lo que resta del día sin cruzar con ningún ruso.



Lo único bueno desde que llegué fue haber compartido con vos esa película que me hizo llorar, Ja! cuánto hace que no lloraba. Y no importaron las 6 horas, sólo verla y comentar con vos, como si estuvieras aca. De verdad te extraño, creo q volaré antes de lo planeado.




Y ahora a seguir con Los Mosqueteros...





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